Hace unos pocos meses perdí a mi primera gata, Beauty. Ya era mayorcita (tenía 13 años), y ya presentaba signos de estar entrando en la vejez: dormía mucho, el pelo no era tan lustroso como siempre solía ser, evitaba saltos, veía un poquito peor... pero no presentaba mala salud en general y no me esperaba perderla de modo tan repentino. Un día la tenía comiendo sus chucherías favoritas, y otro día volví sin ella a casa.
No se a ciencia cierta que se la llevó, puesto que los veterinarios no supieron decirmelo, y no le hice autopsia. Presentaba análisis de sangre muy disparados, respiraba con mucha dificultad y no podía apenas moverse. Aunque la tuve ingresada a la espera de que se estabilizase, murió en mis brazos cuando intentaba llevarla a otro centro donde pudieran tenerla atendida día y noche. Cuando llegué, intentaron reanimarla pero ya no se pudo hacer nada.
El recuerdo del camino de vuelta con el transportín vacío y con la sensación de no haber hecho lo suficiente no se me ha olvidado. Había estado conmigo 12 años y la casa ya no iba a ser lo mismo sin ella. La echo mucho de menos.
Los dueños de animales, tarde o temprano, nos enfrentamos a situaciones de este estilo ya que inevitablemente nuestras mascotas no tienen una vida infinita. A veces, incluso, debemos decidir sobre ella, según las circunstancias. Esto puede ser muy traumático para los dueños.
¿Cuando es el momento de decir adiós?